Las variaciones naturales de temperatura sumadas al cambio climático pueden tener efectos sobre la precipitación y el caudal de los ríos. En la cuenca del Plata, la consecuencia es un incremento de las lluvias y un aumento del caudal hídrico. En cambio, en la región andina, las sequías pondrían en riesgo la disponibilidad de agua.
Cuenca del Río de la Plata. Foto satelital. NASA Johnson Space Center. |
El aumento global de la temperatura como consecuencia de la acción humana se está haciendo sentir. En ciertas regiones, las sequías se vuelven más intensas, mientras que, en otras, aumentan las precipitaciones. Estos cambios repercuten en el caudal de los ríos y, según el caso, las consecuencias pueden ser graves, ya sea por exceso de agua, o por defecto. Pero ¿es posible predecir lo que sucederá dentro de algunas décadas?
Un equipo de investigadores de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA está trabajando en ese sentido. “Estamos abocados a entender la variabilidad del clima y, en especial, queremos saber cómo van a repercutir en el comportamiento de los ríos los cambios en la temperatura y la precipitación”, explica Ramiro Saurral, investigador en el Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA).
Los estudios se centran en la cuenca del Plata, que es la segunda más grande de América, y de gran importancia en la economía y la navegación. Además, provee agua potable a millones de habitantes y alberga numerosas plantas hidroeléctricas que aportan gran parte de la energía a la región.
Futuros escenarios
Los investigadores del CIMA (UBA-CONICET) están analizando los escenarios posibles para los próximos veinte o treinta años. “Observamos una tendencia al aumento de la precipitación que incidirá en un incremento del caudal en la cuenca baja del río Paraná, el Uruguay y el Iguazú, en el sur de Brasil, norte uruguayo y noreste de Argentina”, señala Saurral, y agrega: “Esta podría ser una buena noticia para las represas de Salto Grande y Yaciretá, incluso para Itaipú, pero, a la par, esos incrementos, que podrían estar oscilando en un 20 o 25% respecto de las condiciones actuales, tendrían como correlato negativo una mayor frecuencia de crecidas”.
Para realizar su trabajo, los investigadores cuentan con modelos climáticos, que incluyen escenarios probables de concentración de gases de efecto invernadero para las próximas décadas. En base a esos datos, los modelos resuelven ecuaciones y permiten obtener información acerca de los cambios de temperatura y de la frecuencia de precipitaciones.
“Una vez que podemos cuantificar los posibles cambios en temperatura y precipitación, alimentamos un modelo hidrológico, y transformamos la respuesta atmosférica de lluvia en caudales de ríos”, explica el investigador. Y prosigue: “Luego comparamos esos caudales simulados con las condiciones del caudal presente, y cuantificamos ese cambio porcentual”. Esa tarea se puede hacer para las cuencas que se elijan.
Los investigadores cuentan con el registro diario del caudal de los ríos. Este se mide dos veces por día, en estaciones de medición de caudal repartidas en los principales ríos de la Argentina. El organismo encargado de centralizar esa información es la Subsecretaría de Recursos Hídricos, y cuenta con registros centenarios. “Con esos datos uno puede hacer un análisis estadístico de lo que se observa, conocer la variabilidad natural del río y comparar con las proyecciones de cambio climático”, detalla Saurral.
El clima presenta fluctuaciones naturales que impactan en los ríos. “En los últimos cien años, tenemos períodos de 20 o 30 años con caudales por encima de lo normal, seguidos de períodos con condiciones más secas. Pero sobre esa onda lenta se monta el cambio climático, en especial desde los 80 o los 90 el efecto antrópico sobre los ríos es más notorio”, destaca Saurral, cuyo trabajo se publica en International Journal of Climatology, que también firman Inés Camilloni y Vicente Barros, profesores en Exactas UBA e investigadores del CIMA. Y agrega: “Si bien es difícil atribuir el fenómeno al cambio climático, comienzan a verse patrones más claros sobre todo en las lluvias extremas”.
Región andina
El modelado hidrológico de la cuenca del Plata se viene realizando en el CIMA desde hace unos diez años, y ahora se empiezan a aplicar los modelos en la región andina, en la zona del Comahue, donde sucede lo contrario que en la cuenca del Plata: las lluvias disminuyen y ello repercute en el menor caudal de los ríos.
“Hay un cambio en la circulación y en la posición de los sistemas que normalmente generan lluvias en Chile, que están migrando hacia el sur”, explica Saurral. Hace unos veinte años, esos sistemas pasaban más al norte y daban lluvia en Santiago de Chile y la cordillera de Mendoza, con mayor cantidad de nieve. Actualmente, hay menor cantidad de nieve en San Juan, Mendoza y norte de Neuquén, y ello repercute en los ríos andinos, que están alimentados por la fusión de la nieve invernal.
“Si la tendencia persiste, cada vez va a escasear más el agua en esa región”, subraya. Las consecuencias serán negativas para las zonas frutícolas del Alto Valle y para la producción de energía hidroeléctrica, en la zona del Chocón.
En cambio, en la cuenca del Plata, el cambio en la circulación hace que haya más vientos del este y más humedad, y por eso llueve más. “Con un aumento de 1 grado y medio de temperatura, habrá más lluvias. Pero no habrá problemas en la disponibilidad hídrica”, concluye Saurral.
Fuente
Gallardo Susana (28-nov-2017), Agua va, agua viene, disponible en http://nexciencia.exactas.uba.ar/cambio-climatico-calentamiento-global-precipitaciones-lluvias-rios-inundaciones-sequias-ramiro-saurral
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